Repetidas veces y de diversas maneras Bill W., cofundador
de A.A., dijo: “La maravillosa energía que libera [el Paso
Doce] y la ávida acción con la que lleva nuestro mensaje al
alcohólico que aún sufre, y que acaba por convertir los
Doce Pasos en acción en todos los asuntos de nuestra vida,
es el gran beneficio, la realidad magnífica, de Alcohólicos
Anónimos.” (Doce y Doce pág. 107). En otras palabras, la
fuerza acumulada de un alcohólico sobrio que se esfuerza
por alcanzar a un recién llegado en una reunión, multipli-
cada innumerables veces en los grupos de todas partes de
los Estados Unidos y Canadá, es la sangre vivificadora de
A.A. a nivel mundial.
No obstante, mientras A.A. se va aproximando a su 72
aniversario, ¿cuál es la situación de nuestros esfuerzos perso-
nales e individuales de Paso Doce? ¿Son nuestras reuniones
en su mayoría, según la queja de un compañero, “tan ‘blan-
queadas’ que muchos recién llegados nunca han visto entrar
tambaleándose a un verdadero borracho sucio y alborota-
dor”? O ¿siguen esforzándose los A.A. por alcanzar a los
principiantes tanto como antes pero con la diferencia, según
sugiere la experiencia, de que relativamente pocos alcohólicos
llegan todavía borrachos a nuestras reuniones?
En los primeros años de A.A., el trabajo de Paso Doce era
una actividad muy práctica y apasionada. Los A.A rutinaria-
mente iban a visitar a los borrachos activos en casa o en el
hospital o centro de desintoxicación, los acompañaban a
numerosas reuniones, les contaban sus historias, servían
como padrinos interinos y, en el caso del cofundador, el Dr.
Bob, les dejaban las papilas gustativas sorprendidas al
comer un mezcla de chucrut, tomates y jarabe de maíz.
Más tarde iban proliferando los centros de trata-
miento y, para el año 1986, según una encuesta trienal
de los miembros de los Estados Unidos y Canadá,
efectuada por la Oficina de Servicios Generales, el
36% de los A.A. que respondieron dijeron que los
centros de rehabilitación y consejeros les habían
dado la orientación que sirvió para atraerlos a
A.A. Como consecuencia los principiantes cada
vez más llegaron a las reuniones limpios y bien
arreglados y casi todos sin temblores o los DT.
Al pasar unos pocos años, en algunas áreas los
centros de tratamiento empezaron a cerrar y, al
mismo tiempo, en los tribunales de justicia, los
jueces empezaron a enviar a los delincuentes
alcohólicos a A.A. — abriendo paso así sin darse cuen-
ta a multitud de malentendidos y confusión para muchos
grupos, principalmente porque los alcohólicos enviados no
entendían lo que A.A. era y lo consideraban un acto punitivo
por parte del sistema jurídico. Con demasiada frecuencia,
se comportaban de manera hostil; como consecuencia per-
turbaban el desarrollo de las reuniones, había rupturas de
anonimato, muchos principiantes se veían privados de la
apropiada atención y el trabajo de Paso Doce pasó a ser
teoría en vez de práctica.
Pero hoy día muchos miembros, en vez de carecer de entu-
siasmo por esta actividad, se han comprometido a inventar
nuevas formas de hacer el trabajo de Paso Doce, de recibir los
enviados por las cortes y de llevar el mensaje. Los resultados
varían de grupo a grupo pero son en general alentadores.
“¿Vemos ahora a borrachos entrar tambaleantes a las
reuniones?” dice Jack M., de Midlothian, Virginia. “Sí, los
vemos; y a menudo vienen enviados por la corte. Muchos no
saben que son alcohólicos, pero los miembros ya han pasado
por esto y lo saben. De vez en cuando las referencias a un
poder superior o a Dios como cada cual lo concibe les hacen
alejarse a algunos, pero la bebida les hace volver. Y algunos
principiantes nos llegan de un centro de tratamiento local,
tres o cuatro días después de desintoxicarse. Si han dado el
Primer Paso, admitido que son impotentes ante el alcohol, el
milagro de A.A. puede obrarse en ellos. Los ayudamos en
todo lo que podemos, les ofrecemos listas de reuniones, folle-
tos de A.A., los números de teléfono de compañeros de A.A.
que pueden llamar, y a veces hacemos visitas de Paso Doce a
sus casas. Confiamos mucho en el valor del apa-
drinamiento, tanto el temporal como de más
larga duración. El trabajo de Paso Doce me
ayuda más a mí que al principiante porque me
recuerda nuevamente que cada uno de nosotros
fue una vez principiante.”
Tradicionalmente, A.A. acepta a cualquier
persona que tiene un problema con la bebida.
Pero de vez en cuando se presenta un individuo
que se comporta tal mal que perturba el des-
arrollo de las reuniones. “Hoy en día,” dice Gayle
S-R, miembro del personal de la OSG,” la expe-
riencia indica que, en general, relativamente
pocos alcohólicos llegan borrachos a las reu-
niones. Pero cuando se presentan en esa con-
dición, los A.A. los tratan con compasión y
tolerancia, les ofrecen un café, a menos que
con su presencia estén ocasionando trastornos
a los demás. Si llegan a ser muy alborotadores,
puede ser apropiado que los A.A. les acompa-
ñen fuera del salón de reunión para hablar
calmadamente o invitarlos a una cafetería cer-
cana para tomar un café y comer algo. Si los
www.aa.org
Noticias de la Oficina de Servicios Generales de A.A.
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La importancia de las visitas de Paso Doce