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. número 7 . año 3 . jun 2015
La curiosidad en la adopción:
¿terreno pantanoso o cuestión de salud psíquica?
Gina Khafif Levinzon
La adopción se caracteriza por la for-
mación de un lazo afectivo y jurídico
entre un niño que no ha podido ser cre-
ado por sus progenitores y padres que
han elegido crear a un niño con el que
no comparten parentesco directo con-
sanguíneo.
De parte del adoptado, hay una histo-
ria anterior, en la que hubo una ruptura
en el contacto con sus padres biológi-
cos. Estos no han podido o no se han
dispuesto a participar en el proceso de
desarrollo del hijo y, muchas veces, han
vivido situaciones verdaderamente
traumáticas. En general, son personas
en alto grado de desamparo financiero y afectivo, o incluso, algunas veces, con com-
prometimiento psíquico considerable. En la gran mayoría de los casos, la genitora no
cuenta con el apoyo del padre del niño. La separación entre la madre y el niño puede
ocurrir en diversas edades, pero suele darse cuando el hijo todavía es pequeño.
El niño siente los efectos de esa separación, que dependerán tanto del momento y las
condiciones en las que se llevó a cabo, como de sus características propias. Podemos
afirmar que esta situación representa un trauma, que podrá ser sentido como una leve
cicatriz, o, en casos más graves, como una herida abierta. Si la discontinuidad del con-
tacto con la madre biológica ocurrió justo al inicio de la vida del hijo, cuando bebé, este
no guardará recuerdos conscientes de ella o de lo que pasó. Por otro lado, la experien-
cia clínica nos muestra que en estos casos hay algún tipo de registro afectivo de lo vi-
vido, sin palabras, y que corresponde a lo que la psicoanalista Melanie Klein (1957/1991)
denominó “recuerdos en sentimientos”. A través de tests psicológicos proyectivos o la
transferencia en la situación analítica, nos sorprendemos de la presencia de esas me-
morias inconscientes.
temas sobresalientes
foto Flávio Pereira
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temas sobresalientes
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En los casos de adopciones tardías, o sea, las que se dan cuando el niño tiene más de
dos o tres años de vida, ya se puede hablar de recuerdos más explícitos del ambiente
anterior a la adopción. Estos pueden incluir el contacto con los genitores, o incluso, el/
los centro(s) de acogida donde vivió hasta la adopción. Aun así, cuando se habla con el
niño sobre ese periodo, solemos encontrar una memoria selectiva, permeada por sus
fantasías y llena de huecos. En función del dolor presente, muchas veces los niños quie-
ren olvidar esas vivencias que los remiten a sentimientos de abandono, desamparo y
anonimato. Al ser adoptados, satisfacen su necesidad primordial de vivir en una familia
y ser amados por padres presentes, especialmente cuando el proceso de adopción se
lleva a cabo de forma satisfactoria.
La historia de los padres adoptivos también es un importante elemento a ser considera-
do en ese proceso. La mayoría de las veces, han adoptado por cuestiones de esterilidad
de uno o ambos cónyuges y han hecho una serie de tratamientos frustrados hasta que
decidieran recurrir a esta forma de parentalidad. La adopción les propicia la valiosa
experiencia de satisfacer sus instintos maternos y paternos y construir una familia. Sin
embargo, no siempre la imposibilidad de generar hijos es bien elaborada y ello puede re-
percutir de forma negativa en la relación con el niño. En esos casos, los comportamien-
tos del hijo que desentonan de las expectativas de los padres les hace siempre recordar
“que no lo han engendrado”. Son las llamadas ‘fantasías de la mala sangre’ (Levinzon,
1999, 2004, 2014a), que están asociadas a sentimientos de rechazo inconscientes.
Hay otras motivaciones posibles para la adopción, como el conocimiento anterior del
niño, alguna forma de parentesco, la elección de determinado sexo, el miedo al embara-
zo, el intento de sustituir un hijo perdido, el deseo de tener otro hijo cuando se ha alcan-
zado cierta edad en la que ya no es posible quedarse embarazada, la identificación con
la huerfanidad, la falta de pareja, entre otras. Además hay un deseo ‘de hacer el bien’,
que trae importantes complicaciones en el convivio sincero con el hijo, puesto que se
pasa a esperar ‘gratitud por el bien hecho’. Podemos afirmar que la motivación para la
adopción representa un telón de fondo que prenuncia salud o turbulencia emocional,
según lo bien que haya sido elaborada psíquicamente. Actualmente, la exigencia legal
de que los padres adoptivos pasen por grupos preparatorios para la adopción busca
minimizar los efectos de esas variables.
Dentro de este panorama general, podemos afirmar que la cuestión de la curiosidad es
clave en el mundo adoptivo, en lo que se refiere tanto al niño, como a los padres adop-
tivos. De parte del niño, representa la búsqueda por una parte de su identidad, de su
historia anterior. De parte de los padres, configura el enfrentamiento a la situación de
no consanguinidad con el hijo, con los desarrollos reales e imaginarios de esa condición.
Mi objetivo, en este trabajo, es examinar escrupulosamente el tema de la curiosidad en
el mundo adoptivo, resaltando los aspectos que indican salud psíquica y los que señalan
bloqueos psicológicos, acompañados del análisis de material clínico.