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capítulo 4
Para leer y reaccionar
texto PrinciPal
1.
Lee el poema:
El matador
– Yo soy el matador.
– Yo soy el toro.
– Vengo a matarte.
– Inténtalo, si puedes.
– Me luciré contigo.
– Inténtalo, si puedes.
– Has sido noble en toda la corrida.
– Has toreado bien hasta ahora. Veremos...
– Serás mi gloria de esta tarde. Vamos.
– He dicho que “veremos”.
– Oye el silencio de la plaza. Espera.
– Un silencio de muerte.
– Morirás entre palmas y pañuelos.
– ¿Sabes tú, matador, si eso me gusta?
– El toro muere peleando. Cuádrate.
– Y el matador, a veces.
– ¿Cómo dices?
– Que el matador, a veces, también muere.
– Silencio. ¡Vamos, toro! No me hables.
– El condenado a muerte puede hacerlo.
– La plaza se impacienta.
– Extiende el trapo.
– ¡Eh, toro! ¿Qué te pasa? ¿No me embistes?
– Con una condición: quiero música. Pídela.
– Ya comenzó. ¿No escuchas? ¡Pronto! Arráncate.
– ¿Qué es eso? No conozco.
– Un pasodoble. El mío.
– Tú eres mi matador. ¿Cómo te llamas?
–
Antonio Lucas, “El Talabartero”.
– Mi matador. Mi nombre es “Poca-pena”.
– Ya lo sé. ¡Pero vamos! ¡Aquí, toro!
– Pienso una cosa, ¿sabes?
– Dila pronto. Ya el público protesta.
– Si te enfadas, me callo. No la digo.
– El público no aguarda. Grita, ruge.
– El público qué sabe.
Si grita, no me muevo.
– Serás el deshonor de la corrida.
– No me importa. Me llamo “Poca-pena”.
– Te echarán al corral por manso. Ya eres bruto.
– ¿Manso yo? ¿“Poca-pena”? Bien me has visto.
– ¡Hijo de mala madre! ¡Toma! ¡Embiste!
© Flavio Morais/Archivo
de la editora
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¿Manda quien puede, obedece quien quiere?
© Flavio Morais/Archivo de la editora
Ð ÀUna patada a mí? Verás ahora.
Ð ÁToro cobarde! ÁToro traicionero!
Ð Vas volando hasta el último tendido.
Ya no tienes muleta.
Ya no tienes espada.
Ya te tengo a mis pies, doblado, de rodillas.
ÁEh, matador, embiste! Eres el toro.
Hazlo alegre y con arte.
Como animal de casta y de los bravos.
Un nuevo pasodoble. ÁPresidente!
Baja el testuz, no embistas a las nubes.
Pásame
tus agujas a la altura
Del coraz—n. Quiero ce–irme tanto,
Que toro y matador parezcan uno.
Ð Un momento, un momento, ÒPoca-penaÓ.
Ð No hay momento. Perfílate.
Vas a morirte de mi misma muerte.
Vas a sentir tu espada hasta la empu–adura.
Vas a morder la arena sin puntilla.
No es lo mismo ser toro que torero.
ÁQuŽ gran faena! ÁOlŽ, grita la plaza!
Vuelta al ruedo. ÁEl delirio!
Las orejas,
Las medias rosa, el corbatín granate
ÁY
las luces del traje, como premio!
Cascabeles de plata y banderines,
Las mulillas te arrastran en redondo.
Tu desnudo de sangre va escribiendo
Una rúbrica roja por la arena.
ÁMás música, más música, más música!
ÁEra el mejor torero que he matado!
Rafael Alberti.
Obras completas. Madrid: Aguilar, 1988.
2.
contesta a las preguntas:
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