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capítulo 8
6.
observa las siguientes situaciones y relaciónalas con las frases que
están a continuación:
eso me convierte en un enemigo mortal por un buen rato.
me vuelve irracional.
me trastorna.
me pone furioso.
a.
Vas a una peluquería y te hacen un
desastre.
c.
tu pareja te cita en una esquina. llegas
puntualmente, pero ella no está.
b.
tienes un compromiso importantísimo y el
despertador no toca.
d.
recibes una reprensión
injusta del
profesor delante de tus compañeros.
Ilustraciones: © Galvão/Archivo de la editora
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¿Se tranSformó en príncipe el Sapo?
© Flavio Morais/Archivo de la editora
1.
lee la fábula:
El camaleón que finalmente no sabía de qué color
ponerse
En un país remoto, en plena Selva, se presentó hace muchos años un tiempo
malo en que el Camaleón, a quien le había dado por la política, entró en un
estado
total de desconcierto, pues los otros animales, asesorados por la Zorra, se
habían enterado de sus artimañas y empezaron a contrarrestarlas llevando día y
noche en los bolsillos juegos de diversos vidrios de colores para combatir su
ambigüedad e hipocresía, de manera que, cuando él estaba morado y por
cualquier circunstancia del
momento necesitaba volverse, digamos, azul, sacaban
rápidamente un cristal rojo a través del cual lo veían, y para ellos continuaba
siendo el mismo Camaleón morado, aunque se condujera como Camaleón azul; y
cuando estaba rojo y por motivaciones especiales se volvía anaranjado, usaban el
cristal correspondiente y lo seguían viendo tal cual.
Esto sólo en cuanto a los colores primarios, pues el método se generalizó
tanto que con el tiempo no había ya quien no llevara
consigo un equipo completo
de cristales para aquellos casos en que el mañoso se tornaba simplemente
grisáceo, o verdiazul, o de cualquier color más o menos indefinido, para dar el
cual eran necesarias tres, cuatro o cinco superposiciones de cristales.
Pero lo bueno fue que el Camaleón, considerando
que todos eran de su
condición, adoptó también el sistema.
Entonces era cosa de verlos a todos en las calles sacando y alternando
cristales a medida que cambiaban de colores, según el clima político o las
opiniones políticas prevalecientes ese día de la semana o a esa hora del día o de
la noche.
Como es fácil comprender, esto se convirtió en una especie de peligrosa
confusión
de las lenguas; pero pronto los más listos se dieron cuenta de que
aquello sería la ruina general si no se reglamentaba de alguna manera, a menos
de que todos estuvieran dispuestos a ser cegados y perdidos definitivamente por
los dioses, y restablecieron el orden.
Además de lo estatuido por el Reglamento que se redactó con ese fin, el
derecho consuetudinario fijó por partes reglas de refinada urbanidad, según las
cuales, si alguno carecía de un vidrio de determinado
color urgente para
disfrazarse o para descubrir el verdadero color de alguien, podía recurrir
inclusive a sus propios enemigos para que se lo prestaran, de acuerdo con su
necesidad del momento, como sucedía en las naciones más civilizadas.
Sólo el León que por entonces era el Presidente de la Selva se reía de
unos
y de otros, aunque a veces socarronamente jugaba también un poco lo
suyo, por divertirse.
De esa época viene el dicho de que todo Camaleón es según el color del
cristal con que se mira.
Augusto Monterroso.
La oveja negra y demás fábulas. Buenos Aires: Periolibros, 1993.
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